Canto a la Vida (Carta Revolucionaria #68)
Por Diane Di Prima, traducido por Annalisa Marí Pegrum
Que llegue el día en que todos los resplandores
sean comprendidos como nuestro propio resplandor.
El Libro Tibetano de los Muertos
La cacofonía de los pájaros al amanecer
que siga, que siga
el mímulo pegajoso en las desnudas colinas pardas
que siga, que siga
el sabor amargo de la verdolaga
que siga, que siga
la música en las calles de la ciudad durante las noches de verano
que siga, que siga
el grito triunfal del recién nacido
que siga, que siga
el silencio profundo de los grandes bosques tropicales
que siga, que siga
la admirable austeridad de los pueblos de la selva
que siga, que siga
la cópula en espiral de las ballenas en el océano turquesa
que siga, que siga
el torpe chapoteo de los pelícanos en bahías tranquilas
que siga, que siga
los atónitos globos oculares que escrutan más allá de los eones
nebulosas atónitas que los escrutan a ellos
que siga, que siga
la nieve limpia de la montaña
que siga, que siga
la mirada intensa, la luz clara de los mayores
que siga, que siga
el rito del nacimiento y del nombre
que siga, que siga
el rito de la enseñanza
que siga, que siga
el rito de paso
que siga, que siga
el amor por la mañana, el amor a la luz del mediodía
el amor al atardecer entre los grillos
que siga, que siga
las largas historias junto al fuego, junto a la ventana, en la niebla
al anochecer en la meseta
que siga, que siga
el amor en la espesa medianoche, la feroz alegría de los ancianos que aman
que siga, que siga
la música nocturna
que siga, que siga
el gruñido de los hipopótamos y de las jirafas en celo
la excitación del leopardo de las nieves
los maullidos de los gatos en la valla del patio trasero
que siga, que siga
sin policía
que siga, que siga
sin prisiones
que siga, que siga
sin hospitales, medicina de la muerte: gripe y vacuna para la gripe
que siga, que siga
sin manicomios, matrimonio, institutos que son prisiones
que siga, que siga
sin imperio
que siga, que siga
en la sororidad
que siga, que siga
más allá de las guerras futuras
que siga, que siga
en la hermandad
que siga, que siga
aunque la tierra parezca perdida
que siga, que siga
en el exilio y el silencio
que siga, que siga
con astucia y amor
que siga, que siga
mientras sigan las mujeres
que siga, que siga
mientras siga la respiración
que siga, que siga
mientras sigan las estrellas
que siga, que siga
que el viento sea amable con nosotros
que el fuego recuerde nuestros nombres
que fluyan los manantiales y caiga de nuevo la lluvia
que la tierra reverdezca y se trague nuestros errores
ya empezamos el trabajo
que siga, que siga
la gran transmutación
que siga, que siga
un nuevo cielo y una nueva tierra
que siga, que siga
que siga, que siga.
Diane Di Prima fue una de las poetas destacadas de la generación beat en los Estados Unidos. Nació en Brooklyn en 1934 y murió en San Francisco en el 2020. Estudió budismo, sánscrito, alquimia y gnosticismo y los movimientos a favor de la justicia social fueron siempre su norte.
Este texto es parte de sus Cartas Revolucionarias, un compendio de vida contracultural que hoy se siente más actual que nunca.
Empezó a escribirlas en 1968 en San Francisco, y el trabajo continuó toda su vida. Los primeros textos fueron publicados en periódicos y panfletos clandestinos, hasta que en 1971 salió una primera edición en libro, al cual continuó agregando cartas y poemas hasta su muerte.
A través del libro hay cartas a “la anónima monja budista que se prendió fuego inmolándose la noche del 3 de junio de 1966”, a las amigas, a Robert Duncan, Obama y más. Para mi, leerlo es una mirada contracultural y revolucionaria a la historia moderna Estadounidense, desde los ojos de una poeta que nunca dejó de soñar con, y trabajar por un mundo distinto. Ese que hoy me encuentro soñando yo, y tantxs otrxs.
Mientras aquel Imperio con tanta influencia en quienes lo miramos desde lejos lleva a la realidad sus peores tramas cinematográficas, las cartas de Diane me recuerdan que la historia es un ciclo que se repite una y otra vez. Una serie de acontecimientos que estamos destinadxs a seguir viviendo hasta el día en que por fin aprendamos lo suficiente para, no solo parar de repetirlos, sino reconocer y reparar los daños causados.
Mientras tanto, este Canto a la Vida me recuerda que queda mucho por lo cual agradecer. Una píldora de sobrevivencia para un mundo que cada vez se siente más absurdo.